Cuando pisé suelo cordobés aquella tarde de febrero, pensé que mi estancia en Córdoba no se prorrogaría más allá de mayo o junio. Obviamente, me equivoqué. Sin embargo, me alegro.
Estos 2 años en Córdoba no han sido los mejores de mi vida; han sucedido infinidad de cosas y sólo un par de ellas positivas. Sin embargo, me alegro.
Este tiempo he aprendido a sufrir lo que no está escrito, a recibir golpes cada vez más duros, a encontrar zancadillas cuando te intentas levantar, a recibir empujones en el límite del precipicio, a recibir pisotones cuando estás en el suelo. Pero también he aprendido a superar estos momentos: en familia, juntos, unidos si cabe más que nunca, riendo, llorando, luchando, remando a contracorriente por intentar llegar a una orilla que significaría esa posibilidad entre miles… Esa orilla que soñábamos alcanzar cada mañana de hospital, cada tarde en la UTA, cada noche en Hematología, cada madrugada en Urgencias… Esa orilla que mi padre estaba seguro de alcanzar y a la que nunca pudo llegar.
Y
por desgracia, nunca pudo llegar. Se merecía llegar, él más que nadie, pero se
quedó a sólo unos metros… Unos metros que ahora se nos hacen kilómetros. Estoy
seguro que ahora tú serás el que nos lleves hasta la orilla. Yo ya he llegado,
sólo te quedan dos.
Y
a pesar de todo, me alegro. Me alegro cada día que me levanto y pienso que he
podido disfrutar con él sus últimos años de vida. Porque, a pesar de recibir 4
quimioterapias distintas 2 veces por semana, mi padre te alegraba la mañana, el
día, la vida. Consciente de que vivíamos por y para él, tenía el don de sacarte
una sonrisa sin apenas hablar. Al fin y al cabo, él me enseñó a ser capaz de
llorar riendo.
Y
me alegro de haberme equivocado aquella tarde de febrero. Porque sin esa
equivocación, no hubiera aprendido todo lo que podido aprender, no hubiera
vivido todo lo que he podido vivir, no hubiera disfrutado todo lo que he podido
disfrutar. Y me alegro, sobre todo, porque no me hubiera llegado la oportunidad
que me está por llegar. Una pena que no te lo pueda contar en la cama como
solíamos hacer con las grandes decisiones, aunque estoy seguro de que algo
sabes. En el fondo sigues aquí, pues uno sigue vivo mientras haya alguien que
se acuerde él.
Una
nueva etapa empieza en todos los sentidos. La vida continúa, distinta, pero
continúa. Contigo, aunque sin ti. Contento, aunque también triste. Mirando al
futuro, sin olvidar el pasado.
Los
días son del color que los quieras ver.
Así era la familia que él quería unida en todo y sobre todo fuerte para superar las adversidades que de eso sabia mucho ya que la vida nunca le trató como merecen los buenos.estaba muy orgulloso de su familia,lo sé porque fueron sus ultimas palabras.
ResponderEliminar