viernes, 23 de mayo de 2014

Despedida y cierre.

2012. Mayo. Córdoba. Sábado de feria. Mi feria. Su feria (aunque no pudo disfrutar de ella mucho los últimos años).
El sábado de feria del 2012 fue un día duro. No porque llevara 14 horas bailando, bebiendo y riendo. Fue duro porque ese día me di cuenta de que mi padre se iba a morir. No tenía datos, ni la confirmación del médico, ni la de nadie, pero yo ya lo sabía. Estábamos inmersos en un proceso de plena recuperación para el tercer trasplante, pero ese trasplante nunca llegó a producirse; lo supe perfectamente ese día. Nunca antes había estado tan convencido de algo. Por desgracia.
 
En realidad, no había ningún dato físico que me hiciera llegar a esa conclusión, pero fue más una convicción propia que otra cosa. Ojalá me hubiera equivocado. Ese día decidí que China, Australia o la isla perdida del Pacífico podían esperar. Debía y quería quedarme en Córdoba el tiempo que fuera necesario. Y así fue. No me arrepiento; al contrario, es la mejor decisión que he tomado en mi vida.
No llevábamos unos meses fáciles, esquivando a la fatalidad casi en el último segundo durante varias veces. Al final conseguíamos levantarnos, reírnos y mirar hacia adelante. Pero ese día supe que tarde o temprano, la suerte se acabaría.
 
Como he dicho, fue un sábado de feria, por la noche: una palabra, un ¿qué tal? y una confesión entre lágrimas. Quizás ha sido la única vez que he llorado en público en los últimos años. La ocasión lo merecía, y la gente que me acompañaba también. Aunque ellos no entendieran el motivo. “No pasa nada, no te preocupes”, me dijeron. Ese el problema, que no va a pasar nada, pensé yo. Quizás haya sido el día más duro de todas mis ferias (superando a aquel día en que me intenté comer un bocadillo de lomo, se me cayó el lomo y me comí el pan. Sin darme cuenta).
Desde ese día de mayo y hasta el 7 de enero, disfruté como nunca de cada segundo, hora o día que pasaba en familia. Sabía que unos de estos segundos, horas o días sería el último. Y así fue.
 
Siempre pienso que tuvo gracia que esto me pasara un día de feria. La feria que tanto me gusta, la feria que tanto te gustaba y a las que nos obligabas a ir a comer todos juntos un día. Puedes estar tranquilo, seguiremos yendo todos los años a comer todos juntos a la feria. De eso me encargo yo. Y de la misma manera, cada sábado de feria, me seguiré acordando del día en que cambié mi vida para poder disfrutar de las adversidades.
¿Hay una manera mejor de echar el cierre a un blog?
 
Probablemente no. Familia + Feria es una combinación inigualable.
Por eso, nos vemos en la feria. J

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