Hoy se cumple justo un año desde
que volví de Australia. Me encuentro triste, feliz, triste otra vez, feliz de
nuevo. Me acuerdo de las cosas buenas, de las malas, de las regulares, y otra
vez de las buenas. Y es que así llevo un
año.
Y es que volver a un país al que
nunca quisiste volver no es fácil. En primer lugar, porque vuelves de
Australia, el mejor sitio en el que uno puede vivir. Segundo, porque piensas
que en tu país no habrá cambiado nada. Y por último, porque el percal que se
dejaba entrever hace justo un año era desolador (quien lo quisiera ahora).
No obstante, uno sólo piensa en
las cosas buenas: vas a volver a estar con la familia, vas a volver a pegarte
una buena fiesta sin gastarte menos de 100 pavos, tus tapitas, tus cañas al
sol, tus risas…y cuando has hecho todo eso… ¡pam! Te das cuenta de que quieres
España pa un rato… Te pones a buscar trabajo, iluso de ti, con esperanza de
encontrar algo digno; primero, traductor e intérpete; luego, algo con idiomas;
más tarde, algo…y así vas bajando el listón hasta que terminas por mirar de nuevo
la sección de Becas en el extranjero!!!
Y ahí llega lo bueno: dudas psico-sexuales
y erótico-lúdico-festivas te abordan la mente. ¿Otra vez me voy a marchar?
Mejor me quedo y busco algo aquí. Al día siguiente, cambio radical de opinión:
Si yo nunca quise volver, ¿qué carajo voy a hacer aquí? Al día siguiente: dudas
existenciales sobre todo lo que te rodea. Al día siguiente: caos mental o lo
que viene siendo un claro y tajante “Pienso, luego me rayo y no sé pa’ dónde
carajo tirar”.
Cual Rappel o Aramis Fuster, el
Sr. Rapado ya sabía que no iba a ser una época brillante. Un año da para mucho
o para poco según se mire… Y en mi caso, creo que ha dado más bien para poco… o
mejor dicho, para poco bueno…
A épocas de felicidad absoluta
tras volver a ver a amigos que veías desde hace años, le siguen épocas en las
que estás más agobiao que el fontanero del Titanic… Pues eso, que eres más inestable
que la señal de Onda Mezquita…
Al principio, uno llega con la
ilusión intacta… hasta que llega al paro a tramitar su prestación. Y es que
tras 4 meses de tramitación, reuniones con los encargados de Empleo de Córdoba
y Andalucía, de solicitar certificados inexistentes a medio mundo, te dicen que
nunca has trabajado en Australia (Excuse me?). Ya uno empieza a dudar si la
Gran Barrera del Coral era la orilla del Guadalquivir, si los canguros eran
caballos que tuvieron una noche loca con mutantes o si los rascacielos eran las
típicas casas cordobesas un poco más grandes de lo normal.
Y es en esas situaciones donde
uno se da cuenta de que este país no cambia ni aunque lo soñemos. No voy a
entrar aquí en el típico discurso crítico-comparativo del retornado a España
con las sólitas “Es que esto en X no pasa”, “Anda que si estuviéramos en X” o
“El transporte en X funciona mejor”.
Tras un año aquí, mis preguntas
se reducen a unas cuestiones muy simples: ¿es normal que un país, en medio de
la que está cayendo, tenga un 21% de desempleo y que los jóvenes nos tengamos
que ir donde Cristo perdió la alpargata para (ya no digo tener un sueldo digno)
tener un puesto de trabajo? Sin embargo, de lo único de lo que se habla en este
país es de si Pepe tenía que haber sido expulsado, de si Messi está triste
porque no marca goles o de si los guiñoles de Canal + Francia nos tachan de
dopados y drogados… Así no vamos a ningún lado… Y es que la gente se mueve
menos que las pestañas de La Gioconda… Y si te mueves, también está mal…
Si los jóvenes no se mueven, es
que están apollardaos y no se preocupan de nada; y si se mueven, son unos
perriflautas que fuman porros todo el día… Aquí no gana nadie, excepto el PP
claro... En fin, esperemos que esto vaya mejorando poco a poco porque si no
será el infierno (¿o esto ya es el infierno?)… Sea como sea, me quedan 5 meses
para la nueva aventura…
Como veis, nunca es fácil
sobrevivir, y mucho menos en España, donde las cosas parecen que funcionan al
revés…
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